lunes, 23 de agosto de 2010

La doble vía del aprendizaje: aprender de los estudiantes

El artículo 26, numeral 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos determina que toda persona tiene derecho a la educación. Este es el cimiento sobre el que las naciones han forjado sus instituciones educativas, y han puesto a la labor pedagógica como uno de los temas y problemas centrales de la humanidad contemporánea.

A partir de este principio, pero desde una aproximación individual, surge el derecho del estudiante a aprender, el cual debe ser facilitado por nosotros, los docentes, respetando la forma individual y específica en que cada persona lo hace, es decir, considerando estilos de aprendizaje, inteligencias múltiples, etc.

Por supuesto, la otra cara de la moneda a la que nos enfrentamos las y los maestros, es nuestra necesidad de aprender a enseñar que, en definitiva, es el antiguo y central paradigma de la pedagogía.

Aprender para enseñar es el reto central hoy en día. Si los docentes no estamos dispuestos a estar en permanente proceso de aprendizaje para enseñar, no seremos aptos para nuestra tarea ni para el sistema educativo. El derecho de las y los maestros a seguir aprendiendo constituirá para muchos una pesada obligación, pero es lo que determina el verdadero amor por nuestra vocación.

La necesidad de que la o el maestro aprenda de sus alumnos es un aspecto tácitamente reconocido. Sin embargo, puesto que no ha sido formalizado sino dependiente de la voluntad y la sensibilidad del docente, nunca ha tenido suficiente relevancia.

El eje para aprender de los estudiantes es que las y los maestros nunca perdamos la capacidad de sorprendernos. Debemos aprender y respetar las diferencias entre nuestros estudiantes, y además estar dispuestos a maravillarnos ante sus personalidades e intereses.

En las personalidades se manifiestan algunos de los valores que los estudiantes practican, mismos que nos causan admiración y orgullo, y pueden incluso llegar a cuestionar la forma como practicamos determinados valores.

Por otro lado, si tomamos en cuenta los intereses de nuestros estudiantes hacia determinados temas o áreas, podremos ser testigos en el tiempo de que aquello que parecía afición deviene en auténticas destrezas para los distintos campos de especialidad que hoy existen.

La habilidad innata para la computación y la tecnología de nuestros alumnos, por dar un ejemplo, nos puede enseñar mucho, si tenemos la humildad de solicitar su ayuda.
Para reflexionar
Sabemos que una de las riquezas de la labor docente se encuentra en la gran cantidad de experiencias que vivimos en el contacto diario con nuestros estudiantes; pero si nos aventuramos,con sensibilidad y respeto, a aprender de ellos, se producirá un aprendizaje auténtico, que dará como resultado el crecimiento personal del docente y un mejoramiento de las condiciones y calidad de su tarea. Tenemos derecho a aprender de nuestros estudiantes. Ejerzamos ese derecho.

No hay comentarios: