jueves, 26 de agosto de 2010

El espejo de la evaluación del docente

Por: Dr.César Ron

Editorial Prolipa

Daenyel manifiesta: “Hoy decido evaluarme como maestro. Creo que es una buena oportunidad para mejorar como profesional y hacer un trabajo excelente o más realizador cada día”.


Considero éste, un buen momento para reflexionar sobre la cultura de la evaluación a nuestras labores educativas. La reflexión y el análisis de la práctica docente tiene en la autoevaluación, una de las opciones más valiosas y enriquecedoras que involucra al propio actor del proceso, quien mejor que nadie, conoce lo que sucede con su gestión docente y administrativa; además, dispone de elementos de juicio para identificar cualidades y señalar aspectos que convengan mejorar con una actitud objetiva de lo que se requiere para producir dichos cambios.


Aunque muchas veces la autoevaluación responde a los intereses del evaluador, no es menos cierto que el criterio ético prima sobre la justificación cuando existe la cultura de la evaluación. La autocrítica genera hábitos enriquecedores de reflexión que demandan compromiso en los docentes, quienes se identifican con la madurez de los procesos aplicados y agregan un elevado grado de compromiso y cumplimiento de su misión y visión profesional.


Uno de los problemas que actualmente enfrenta el mejoramiento de la calidad de la educación es, justamente, la escasa cultura de la evaluación en las instituciones que integran el Sistema Educativo Nacional. Entre las causas que originan esta carencia podemos mencionar la insuficiente información, difusión, sensibilización, capacitación y formación, tanto de los actores directamente vinculados en los procesos de evaluación de la calidad y acreditación institucional, como de los actores de control externos.


Las instituciones educativas, por su parte, deben implementar procesos de auto y coevaluación permanentes, con orientaciones precisas para mejorar las actividades docentes sin imprimir el temor a la “tacha”, más bien y por el contrario, se ha de mantener un clima en el cual se traten las deficiencias sobre la base de la relación humana y la acción efectiva. En este aspecto juega un papel importante el liderazgo de las autoridades y/o los encargados de la parte docente, quienes con su gestión serán los generadores de nuevas experiencias que permitan aplicar efectivamente el proceso de rendición de cuentas que transforma la calidad de la educación.


Ahora bien, la autoevaluación del docente puede empezar por contestar sinceramente las siguientes preguntas:


  • ¿Hago interesante mi clase?
  • ¿Aplico nuevas metodologías de aprendizaje?
  • ¿Hago que mis estudiantes piensen y razonen en los procesos de aprendizaje?
  • ¿Trato con respeto a mis estudiantes y a sus representantes?
  • ¿Las evaluaciones que realizo son justas e imparciales y responden a los objetivos propuestos?
  • ¿Busco que los aprendizajes tengan siempre una aplicación práctica y se relacionen con otras disciplinas de estudio?
  • ¿Cumplo con mi tarea educativa, entregando a tiempo todas mis obligaciones docentes?
  • ¿Expreso los aprendizajes en forma lógica y ordenada?
  • ¿Manifiesta mi comportamiento el aprecio que debo a la institución, autoridades y compañeros de trabajo?
  • ¿Me actualizo permanentemente en cursos, talleres y seminarios?
  • ¿Cuido de mi presencia personal y de la disposición que manifiesto al trabajo?
  • ¿Manejo con acierto las dificultades de aprendizaje?
  • ¿Muestro una actitud favorable en el trabajo con mis compañeros?
  • ¿Siempre estoy dispuesto a respaldar las decisiones de mis autoridades?

En definitiva, considero que es preferible la práctica constante de la autoevaluación antes que someterse a procesos de control externo que generan miedos, inquietudes y resistencias.

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