martes, 24 de agosto de 2010

El derecho a la alimentación

El cuento de Caperucita Roja estremecía nuestra infancia por la devoradora hambre del lobo feroz. Haciendo un ejercicio de contrastes, se podría asociar la imagen que eso produce con el hambre de las niñas y los niños que van a las escuelas sin desayuno o con una magra taza de agua de hiervas y, quizás, un pan. Esa paradoja del hambre insaciable que nunca se satisface con el hambre de niñas y niños que se consuelan con poco, hace necesaria la vigencia real del derecho universal a la alimentación.

Muchas lectoras y lectores pensarán que este ejercicio podría ser verdad de Perogrullo…Sin embargo, es uno de los principios básicos para la sobrevivencia que permitirá el acceso a otros derechos, como el derecho a la vida saludable, el derecho al conocimiento, el derecho al disfrute y al juego.

Por mucho tiempo, el servicio de alimentación en las escuelas fue adoptado como una deriva dadivosa desde la caridad, o como una necesaria asistencia del Estado, para paliar un problema de la pobreza. En el primer caso, el sentimiento amortiguaba la conciencia; en el otro, aplicaba una salida instrumental de la política pública para responder, desde una perspectiva racionalista, a los efectos de las llamadas “políticas de ajuste”.

En el Ecuador, se plantea una nueva visión de la sociedad –y, por tanto, de la política–, gracias a diversas movilizaciones e iniciativas de organizaciones y personas que pusieron en la mesa de discusión el Código de las Niñez y de la Adolescencia, cuyo enfoque y principios fueron ratificados en la Constitución. Respecto al derecho a la alimentación, el Art. 46, Capítulo III, Sección 5ª del Código, dispone “El Estado adoptará, entre otras, las siguientes medidas que aseguren a los niños, niñas y adolescentes: 1. Atención a menores de 6 años, que garantice su nutrición, salud, educación y cuidado diario en un marco de protección integral de sus derechos”. En ese sentido, es indispensable que la sociedad garantice tal derecho y participar en la construcción de un nuevo mapa de la equidad y convivencia con justicia social.

El derecho a la alimentación debe ser parte de la vida colectiva, en el que se integre la efectiva entrega en la escuela del desayuno y el almuerzo en las cantidades nutricionales necesarias para el crecimiento de niñas y niños, con la calidez en el servicio. Así será posible convertir a la alimentación y al conocimiento en el derecho a la práctica del homo ludens. Y al dejar la infancia, las niñas y los niños podrán construir una sociedad justa, creadora, capaz del hacer del trabajo una herramienta que concreta los sueños.

Energía para el cerebro

Los procesos cognitivos y el desarrollo de las habilidades intelectuales básicas se verán fortalecidos si incluimos en la dieta de nuestros niños y niñas alimentos que constituyen una verdadera fuente energética para el cerebro.
Tales como: vitamina B1 que la encontramos en habichuelas, granos, hígado; potasio presente en espinacas, pasas, guineos, cítricos, brócoli; vitamina B3 en leche, pescado; vitamina B6 en atún, habas; vitamina B12 en los pescados, yema de huevo; el cobre en mariscos, nueces; el zinc en higos, yema de huevo, pescado, entre otros; y el triptófano y la colina presentes en el maní, guineos, leche, coliflor, col.

No hay comentarios: