Muchas lectoras y lectores pensarán que este ejercicio podría ser verdad de Perogrullo…Sin embargo, es uno de los principios básicos para la sobrevivencia que permitirá el acceso a otros derechos, como el derecho a la vida saludable, el derecho al conocimiento, el derecho al disfrute y al juego.
Por mucho tiempo, el servicio de alimentación en las escuelas fue adoptado como una deriva dadivosa desde la caridad, o como una necesaria asistencia del Estado, para paliar un problema de la pobreza. En el primer caso, el sentimiento amortiguaba la conciencia; en el otro, aplicaba una salida instrumental de la política pública para responder, desde una perspectiva racionalista, a los efectos de las llamadas “políticas de ajuste”.
En el Ecuador, se plantea una nueva visión de la sociedad –y, por tanto, de la política–, gracias a diversas movilizaciones e iniciativas de organizaciones y personas que pusieron en la mesa de discusión el Código de las Niñez y de la Adolescencia, cuyo enfoque y principios fueron ratificados en la Constitución. Respecto al derecho a la alimentación, el Art. 46, Capítulo III, Sección 5ª del Código, dispone “El Estado adoptará, entre otras, las siguientes medidas que aseguren a los niños, niñas y adolescentes: 1. Atención a menores de 6 años, que garantice su nutrición, salud, educación y cuidado diario en un marco de protección integral de sus derechos”. En ese sentido, es indispensable que la sociedad garantice tal derecho y participar en la construcción de un nuevo mapa de la equidad y convivencia con justicia social.
El derecho a la alimentación debe ser parte de la vida colectiva, en el que se integre la efectiva entrega en la escuela del desayuno y el almuerzo en las cantidades nutricionales necesarias para el crecimiento de niñas y niños, con la calidez en el servicio. Así será posible convertir a la alimentación y al conocimiento en el derecho a la práctica del homo ludens. Y al dejar la infancia, las niñas y los niños podrán construir una sociedad justa, creadora, capaz del hacer del trabajo una herramienta que concreta los sueños.
Energía para el cerebro
Los procesos cognitivos y el desarrollo de las habilidades intelectuales básicas se verán fortalecidos si incluimos en la dieta de nuestros niños y niñas alimentos que constituyen una verdadera fuente energética para el cerebro.
Tales como: vitamina B1 que la encontramos en habichuelas, granos, hígado; potasio presente en espinacas, pasas, guineos, cítricos, brócoli; vitamina B3 en leche, pescado; vitamina B6 en atún, habas; vitamina B12 en los pescados, yema de huevo; el cobre en mariscos, nueces; el zinc en higos, yema de huevo, pescado, entre otros; y el triptófano y la colina presentes en el maní, guineos, leche, coliflor, col.
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